Habían pasado días, semanas, meses desde que escapé de Canadá.
Estaba al fin en Francia, en mi hogar, donde me sumergí de nuevo en la rutina: el trabajo, la familia, las quedadas con los amigos… Volvía a ser libre, pero no es fácil pasar página cuando todo a tu alrededor te hace recordar algo que querrías dejar atrás.
Decir que había recuperado mi vida habría sido pecar de ingenua, porque tarde o temprano, el pasado siempre te alcanza. Y aquella noche, el destino volvió a llamar a mi puerta. Cuando llegué a casa de fiesta, descubrí a un hombre medio muerto en mi cama.
James…
Su presencia trajo un aluvión de recuerdos, así como un sinfín de problemas… Y un dilema: ¿A cuánto estaría dispuesta a renunciar por amor?