Érase una vez… No, así no. En una decisión trascendental… Tampoco, nena. Salí por patas… Para ser de letras, esto lo empiezas fatal. A ver, Natalia, céntrate.
He dejado en stand-by mi fascinante y estupendísima vida en Madrid para meditar sobre por qué esa existencia tan guay me parece una mierda hedionda, antes de que acabe asfixiándome por completo.
Supongo que una forma cojonuda de entrar en Escocia es estrenando el coche de alquiler contra el piojoso vecino de mis queridos amigos. No lo hice aposta, ¿vale? Aunque si antes del inaccidente hubiera compartido dos palabras con él (o incluso el aire, vaya), le habría pasado por encima con las cuatro ruedas y habría dado marcha atrás para rematarlo.
El jodido highlander es un gañán engreído y pretencioso que se cree un regalo de los dioses o algo así. Personalmente, me da náuseas (en serio, me he hecho la prueba de embarazo cuatro veces, por si el imbécil de Roberto podía cagarla en algo más. Pero está claro que mi afección viene del ascazo que me produce el Highglande).
El multiverso, mis amigos, un karma muy cabrón, las malditas ovejas y hasta el jodido Jamie Fraser se confabulan para entrecruzar nuestros caminos, a pesar de mis hercúleos esfuerzos por esquivarlo. Y es que Kieran, por sorprendente que resulte, parece empeñado en encontrarme.
Maldito highlander, ya te he atropellado. ¿Qué más quieres de mí?
Si te pica el gusanillo por saber más de mí, puedes seguirme en: www.raquelmingo.com
Esta historia forma parte de la serie Highlander a la española. Cada libro se puede leer de manera independiente, puesto que es autoconclusivo, si bien se recomienda seguir el orden para entender mejor la trama.