Primeras luces | Carlos Battilana

Hay un pueblo de fronteras donde el español o el portugués se juntan con el guaraní. Hay noches de carnaval donde los cuerpos centellean al son de las comparsas, es el descubrimiento del ansia, de la cadencia y del ritmo. También hay un barrio en el conurbano bonaerense donde la hermandad de los niños se prolonga en juegos y palabras. La lectura introduce en las horas de lo cotidiano una suspensión, una demora, un margen de reserva íntimo que desata el estremecimiento. Se abre un tiempo fuera del tiempo que lleva a la poesía, esa zona de la lengua que es revelación luminosa, candor, perplejidad, siempre reacia al deber o al envejecimiento. Un libro puede encandilar dice el poeta en estas páginas. O ser una visión fulgurante que nos mantiene en vilo.

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