Hasta que la mafia nos separe | Lucero Gil

Amaya Ha llegado el momento. Voy a meter en un cajón todo el dolor del pasado, encerrarlo allí y tirar la llave, no pienso olvidarlo, ni omitirlo, pero si apartarlo de momento, hacer como que no me atormenta, fingir que no me duele. Huyo. No, buscó nuevos horizontes: esa es la explicación corta a como he acabado en el pintoresco pueblo de Solares, en Cantabria. Un lugar tranquilo y alejado, lleno de magia y gente encantadora, con todo lo necesario para poder empezar de cero y pasar desapercibida. Todo saldrá bien siempre que cumpla con mis reglas: no encariñarme, no confíar, no desvelar mis secretos. Rodrigo Me agrada pasar mis días en la cafetería de lectura, disfrutar de la tranquilidad que tanto me he currado en conseguir y ver a la gente leer a mi alrededor. Me siento satisfecho con los resultados del programa de ayudas, ese que creé en un patético intento por redimir el mal que la gente como yo ha causado y todavía causa día tras día. Nunca me había entrometido en los asuntos de nadie porque, desde que me fui de Holanda y me alejé de mi familia y del negocio familiar, nadie me había interesado en absoluto. Lucho con todas mis fuerzas para mantener encerrado a ese Rodrigo que un día fui. Pero, entonces, aparece ella y, cuando esos ojos amarillos me miran con fijeza, toda la barrera de contención que me he esforzado en levantar se desmorona en mis narices. Ahora no hay vuelta atrás. Estoy dispuesto a ser todo lo que ella necesite que sea. ¿Podrá un amor ser tan fuerte como para sobrevivir a tantas mentiras?

«Hasta que la mafia nos separe es una historia de amor diferente, que no te esperas, que te sorprende tras cada página. Es adrenalina, rebosa amor y pasión en cada frase. Una mujer con un pasado complicado que vive escondida; un hombre que oculta su verdadera identidad. Parecen hechos el uno para el otro. Él la ayuda a ella. Ella lo ayuda a él. Pero no todo es lo que parece. Una historia de romance oscuro muy bien trabajada y con una pluma bien cuidada. Y mucha mafia, por
supuesto.»

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