«El derecho es plastilina que se amolda a la interpretación más favorable de quien paga.»
Arturo Pereda languidece tras su jubilación como magistrado federal. Se ahoga. Por ello, cuando la presidenta de la República lo invita a ser fiscal general, acepta sin dudarlo. Más que un reconocimiento, considera que se trata de una reivindicación. Sin embargo, al poco tiempo empieza a recibir encargos turbios de senadores, secretarios y miembros del ejército. El nuevo fiscal debe perseguir a empresarios y políticos incómodos: a los enemigos del régimen. ¿Qué hará Pereda? ¿Le será fiel a los principios de toda una vida o al grupo que lo encumbró y lo rescató del olvido?
El destino de Pereda se cruza con el de Rodrigo, un joven idealista, profesor de Derecho, que se ha enamorado de la más hermosa —y peligrosa— de sus alumnas, con el de un normalista de Iguala, que sueña con la justicia social, con la presidenta de la Suprema Corte y con jueces, litigantes y otros miembros de la clase jurídica mexicana, casi todos movidos por el resentimiento, la avaricia y el hambre de poder.
Gerardo Laveaga ha escrito una novela tan brillante como sombría, donde la fragilidad de nuestro sistema de justicia, del juego político y de la naturaleza humana se muestran a flor de piel.