Nunca pensé que acabaría como limpiadora en Branson Couture.
Y tampoco pensé que estaría a punto de decapitar al presidente de la empresa con una fregona.
En mi defensa, no sabía que era el presidente. Yo solo pensé «intruso» y «guapísimo», aunque tal vez no en ese orden.
Así es James Branson: insoportablemente guapo, escandalosamente rico y tan encantador como un portazo en la cara.
Él es el rey de la alta costura y, al parecer, también es lo único que puede amargarme el día.
Lo malo es que parece querer algo más que amargarme el día. Cuando salí corriendo después de atacarle con la fregona, olvidé llevarme mi cuaderno de diseños. James lo ha descubierto y me ha ofrecido una cantidad descabellada de dinero para que trabaje con él.
Cada célula de mi cuerpo me dice que no acepte. James es el amo de la sala de juntas, y su corazón es de hierro fundido. Cuando se enfada, su expresión podría ahuyentar un huracán. Pero sus enormes manos guardan la llave de mi corazón.
Bueno, es mejor que no piense en su enorme… nada, nada.
En el mundo de la moda, no solo se descartan los diseños sin ningún miramiento. También se descartan los sentimientos. Pero si James cree que le voy a dejar pisotear los míos, se va a enfrentar a la lucha más difícil de su millonaria vida.
Tengo un plan: presentarme todas las mañanas, hacer mi trabajo y no pensar en mi jefe desnudo. Muy sencillo, ¿no?