El corazón de un McEntrie (Los McEntrie 5) | Jana Westwood

Brodie empieza a estar desencantado de Inglaterra. Londres ya no le parece tan brillante y echa de menos a su familia. Al final, no es tan inglés como pensaba y su ausencia de Escocia empieza a causarle añoranza. Por suerte, tiene a Cecilia para recordar viejos tiempos, pero a las Wharton eso no les parece suficiente.

«—Yo solo digo que deberíamos encontrarle una esposa. —Katherine bajó la mano con la que lo había saludado y miró a Emma.
—No empieces —pidió su hermana mayor.
La otra se inclinó para sortearla y mirar a Caroline, que estaba sentada junto a ella, algo complicado dado el avanzado estado de gestación de Emma.
—¿Tú no piensas como yo?
—Me parece a mí —dijo Elinor adelantándose sin la menor contención—, que deberías meterte en tus asuntos, hermana. No creo que Brodie necesite de tu ayuda para encontrar esposa. Se pasa la mayor parte del tiempo espantando a las jovencitas que pululan a su alrededor constantemente. Si hubiese una entre ellas que le interesase…».

Lavinia Wainwright ha sufrido un terrible cataclismo que ha hecho pedazos todo aquello en lo que creía y que la sustentaba. Después de recluirse voluntariamente en un sanatorio, regresa a Londres para continuar con su solitaria vida. Con su madre muerta, su padre en la cárcel y la que fue su casa convertida en un orfanato, lo único que quiere es que la dejen en paz. Pero está claro que ese escocés de ojos azules y mirada burlona no va a ponérselo fácil.

«—¿No le parece que es de mala educación hablar mal de mí en mi presencia?
—Supongo que está acostumbrada a que cuchicheen a sus espaldas, pero yo prefiero la opción directa. Es más gratificante porque puedes ver la reacción en el otro. Como ahora mismo, esas mejillas sonrojadas y esos ojos brillantes, no tienen desperdicio, se lo aseguro.
—Y luego quiere que lo trate como a un caballero.
—Solo si usted quiere que yo la trate como a una dama.
—La próxima vez que venga haré que lo atienda la señorita Perkins. Ella sabe poner a la gente en su sitio mucho mejor que yo.
—Puedo comportarme como es debido si estoy con la persona adecuada.
—¿Está tratando de ofenderme?
—¿Se siente ofendida?
—En absoluto.
—Entonces no».

Lo detestaba, no había la menor duda. Nadie hablaría así a un escocés si no lo quería como enemigo…

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