¿Pueden la arrogancia y el orgullo converger en algún punto?
¿Serán capaces lady Victoria y el vizconde Wellington de evitar que se desate entre ambos una pasión desenfrenada?
Lady Victoria Collingwood viaja a la mansión de su hermano, el conde de Peterborough, para pasar un tiempo corto allí. Aunque no le gusta la idea, lo hace porque es consciente de que sus padres planean casarla en la siguiente temporada y no podrá escapar de esa decisión, y aunque no desea que le impongan un matrimonio, tampoco puede evitarlo.
Sin embargo, ninguno de los candidatos que tiene en mente su padre llaman su atención. Ella odia lo complacientes que son todos su pretendientes solo por el prestigio de su familia. No obstante, en su viaje al condado, por primera vez encontrará a alguien que rompa ese molde.
Este será nada más y nada menos que el engreído vizconde Daniel Wellington, quien impresionará a Victoria cuando descubra que es la primera persona con la que no se puede poner de acuerdo, que no es nada complaciente y, además, que tiene fama de rebelde.
Ambos son como el agua y aceite, difíciles de mezclar, pero hasta estos dos elementos tienen un tercer aditivo que logra su punto unión y, para ellos, quizá ese ingrediente perfecto no sea otro que el amor.