«Soñar con la muerte es una buena señal». Alexandra se aferró a esa idea después de despertar de la peor pesadilla que tuvo jamás. No imaginaba que más allá del umbral de sus sueños encontraría su verdadera felicidad. Dejó atrás la vida tranquila que llevaba en un pueblo de Arizona, para lanzarse a una aventura inesperada, de la mano de un chico que conoció al azar, y de su grupo de amigos hippies.
Alexandra decidió «vivir» cuando esa pesadilla le advirtió que podía «morir» de un momento a otro, sin previo aviso, sin estar preparada y sin decir adiós. Se enamoró del arte, de los pies en la tierra, del rugir del viento y del océano, de la adrenalina alucinante que provoca caminar todo el tiempo hacia lo desconocido… Tuvo que estar al borde de la muerte para poder encontrarse a sí misma.
«La realidad y los sueños, por mucho que se acerquen, siempre estarán separados. Solo unos pocos podemos habitar en ambos mundos a la vez. Benditos los que sueñan y conquistan la vida desde allí»