¿Es que estamos todos locos?
Lo que me ha dicho mi mejor amiga: puedes vivir en San Francisco en el ático de la familia, está vacío, mi hermano apenas lo visita para descansar entre vuelos.
Lo que me encuentro al llegar aquí: Dash Leister, el mismo que cuando éramos adolescentes se burlaba de mis «pechos de huevo frito» y me ignoró durante todo el verano, el mismo que aparece en todas las portadas como el CEO hot de Socialgram, la nueva red social puntera, me observa con desprecio desde su metro noventa de estatura como si yo fuera una vagabunda sin techo, y está a punto de llamar a seguridad…
¡No puedo regresar a la calle! Debo convencerle porque vivir bajo un puente se ha vuelto una opción MUY real luego de que mi ex me dejara por una zorra estirada.
Vale, en el plazo de unos pocos días debo encontrar trabajo, recomponer mi vida y salir de aquí. No será pan comido, aunque podría hacerlo… tal vez.
Pero un día Dash llega a casa con otras ideas…
¿Adoptar el absurdo papel de la novia «de toda la vida» del hombre más borde, controlador y atractivo (guapo se queda corto) que he conocido?
Todo esto debería ser simple, solo un acuerdo temporal para ayudarle a mantener su puesto y, de paso, volver a sentirme una mujer segura y deseable.
Pero cada vez que Dash me mira con esos ojos azules, a veces chispeantes como dos turquesas, a menudo fríos y oscuros que esconden tormentas, siento que hay mucho más bajo la superficie.
Lo que empezó como una simple farsa se está convirtiendo en algo más complicado. Y la pregunta es, ¿seré capaz de atravesar las barreras que él tanto se esfuerza por levantar y desvelar sus secretos más íntimos?
Al menos mi madre apuesta por mí.
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