Ser boxeador ocupaba toda mi atención, pero, de repente, apareció Alana.
¿En qué maldita hora decidimos celebrar la despedida de soltero en «La Casa Encantada»?
Lo que iba a ser una cena temática con un juego de Cluedo se convirtió en algo más, y cuando digo «algo» más, no solo me refiero a un malentendido en la bañera, un flequillo mal cortado, y a una chica con los ojos demasiados grandes para un cuerpo tan pequeñito.
Así que, aquí estoy, a punto de ganarme una orden de alejamiento mientras llamo a su puerta para suplicarle, una vez más, que me deje entrar.
Joder, quién me lo iba a decir…
¡Se supone que ella no es mi tipo, y yo solo soy un pijo prepotente al que le gusta dar golpes en un ring!